jueves, octubre 01, 2009

LA ÚLTIMA EXCURSIÓN.



Esperando el tren para regresar a Anchorage.





Los paisajes que rodeaban el hotel.



Y con frío.




Los enormes cuervos que están por todas partes.




El hotel y sus magníficas panorámicas.





Los carromatos del lejano oeste.





Por la tarde, se nos ocurrió apuntarnos a una excursión organizada, algo que no solemos hacer porque preferimos la libertad de ir por nuestra cuenta, pero que en este caso, y con tan poco tiempo como teníamos, pensamos que era lo mejor para sacar partido al único día en Denali.

Llamamos a un teléfono que encontramos en la habitación del hotel, y nos apuntamos a una excursión que no teníamos ni idea de qué iba. Al final, aventura total.

Nos recogieron y nos llevaron fuera de Denali Village. En el autobus, Pedro y yo andábamos muertos de la risa porque eramos, y con diferencia, los más jóvenes. Rodeados de tercera edad, empezamos a preguntarnos dónde demonios nos habíamos apuntado, y la verdad, la incertidumbre fue muy, muy divertida.

Llegamos a un lugar apartado donde unos chicos nos esperaban para organizarnos por grupos. El nuestro, estaba formado por unos cuantos mocetones donde el que menos años tenía rondaba los 75. El guía, se acercó a mi y me preguntó:

-Where´re you from?.
-I´m from Spain, and you?
-Spain??, I´m from Colombia.
-¡Anda!, entonces, digo que yo que mejor hablamos en español, ¿no?.

Y de este modo, conocimos a Juan, que a mí personalmente me recordaba a Jacob de Crepúsculo. Es biólogo y compaginaba su tesis con este trabajo extra que realizaba a las mil maravillas, porque era un auténtico crack en relaciones públicas.
Probablemente, a estas alturas esté en su país, el trabajo era sólo para el verano ya que en Denali el invierno sólo ofrece frío. Con Juan, mantenemos el contacto de vez en cuando y puede que sea quien abra la puerta a otro voluntariado para el próximo año. Supongo que por eso el destino me llevó a realizar esta excursión y no otra. A veces, damos giros bruscos y raros con un objetivo que sólo comprendemos después de haber pasado la experiencia que nos tocaba vivir.

La salida consistía en un traqueteo encima de una carraca que imitaba los carromatos del lejano oeste. Los abuelitos que nos acompañaban, iban tapados con mantas hasta las orejas, mientras Juan les entretenía con sus mil historias. El conductor nos explicaba que los caballos y él formaban equipo, era serbio, y nos puso al corriente de la difícil vida que tenía en su país, lo que le obligó a irse de allí hasta llegar a Alaska, tan lejos, nos dijo varias veces que como en Europa en ningún sitio.

Nos presentamos uno a uno. Algunos venían desde Canadá, otros de Arizona, otros de Mineapolis y nosotros de España, un ooooooooohhhhh generalizado se escuchó y un aplauso espontáneo. Una hora después, paramos junto a una cabaña de madera y nos hicieron pasar. Fui la última en entrar porque un chico, que resultó ser el cocinero, me dió conversación. Resulta que el objetivo principal de la excursión era una cena, delicios por cierto, y con una numerosa cantidad de platos, muchos de los cuáles eran vegetarianos, así que fue perfecto, demasiado en mi opinión. Lo más divertido eran nuestras caras alucinando de que esa noche no teníamos que preocuparnos por buscar restaurante para cenar. Eso es lo que tiene escoger una excursión al azar.

Regresamos y nos despedimos del chico serbio cuyo nombre me es imposible recordar, y de Juan con quien seguimos en contacto.

El momento más tierno, cuando Rus, uno de los ancianos de mi grupo, se me acercó tímidamente para decirme que no sabía muy bien donde estaba España, y gustosamente le expliqué en que parte del mapa vivimos.

4 comentarios:

Ardorín dijo...

Entre las tortillas de patata en Aniak y esta historia de hoy, dando clases de geografia a los norteamericanos, la Casa Real os podría haber sufragado la mitad del viaje, en concepto de embajadores de buena voluntad.

Lorena dijo...

Ardorín: Malo...¿qué trauma tiene usted con las tortillas de patata?.

Ardorin dijo...

Ninguno, al contrario, me parecio genial que las hicieses en Alaska. Siempre triunfan alli donde van.Y eso lo se por experiencia, que en algunos de los "rincones" que me he dejado caer, ellas y la paella siempre han ganado a la gastronomia local.

Lorena dijo...

Ardorin: Y tanto que triunfan, más que nada.Besets!